José María López, es uno de los motores de este laboratorio de dulces artesanales que lleva abriendo sus puertas desde hace más de 30 años. Sin embargo, no es un negocio de los típicamente familiares, sino que tiene un origen cuanto menos… peculiar. “La idea la tuve junto a mi padre, mis hermanos y un primo. Mi padre en su momento era transportista de productos de pastelería y mis hermanos, mi primo y yo trabajábamos en la fábrica donde estos se elaboraban. Mi hermano y mi primo se encargaban del obrador, otro hermano de la administración y yo de la contabilidad”, recuerda José María, gerente de Productos Magán.
Estaban a gusto pero decidieron emprender, puesto que tenían los puestos cubiertos: pasteleros, contables, transportistas y lo más importante: ganas de comerse el mundo. “No teníamos tradición familiar, ni experiencia en el sector. Éramos aventureros, sin un duro en el bolsillo y con toda la ilusión del mundo”, señala José María.
Los comienzos no fueron fáciles, pues tan solo contaban con algunos ahorros, eso sí el apoyo de familiares y amigos, que en esos momentos impulsa o detiene, fue clave a la hora de lanzarse a la aventura. “Alquilamos una nave muy modesta en Móstoles con dos hornos de segunda mano”, afirma el gerente. Para ellos era su segunda casa, pasaban la mayor parte del tiempo allí, pues aunque los medios eran muy escasos tenían claro que querían elaborar los productos de manera 100% artesanal. “En el año 1993 pasamos de una nave industrial de 50 metros cuadrados en Móstoles a una de 600 metros cuadrados en Humanes. Tuvimos un crecimiento muy grande, el volumen de trabajo era mayor y la lista de pedidos muy extensa”, apunta José María.
Esfuerzo y horas de trabajo les permitió que su facturación incrementase tanto, casi, como los metros cuadrados de la nave. Además de tener su propia pastelería, suministran género a otras tiendas de la Comunidad de Madrid y poco a poco, con el boca a boca, consiguieron acaparar un buen nicho de mercado. La logística empezó a ser más compleja y las manos iniciales se quedaron cortas. Ingredientes, tartas, pasteles, cookies, pedidos, maquinaria, oficinas, almacén,… Todo no cabía en el espacio disponible y en 1999 adquirieron una nave contigua, lo que les permitió tener una mayor amplitud y, por tanto, tener diferenciada el área de oficinas y el área del obrador. “Quizás pueda resultar algo normal tener espacios diferenciados, pero para nosotros que empezamos con un ingrediente esencial que son las ganas, estos avances eran una motivación más y una señal de que íbamos por el buen camino”, recuerda el gerente. Mil doscientos metros cuadrados donde el dulce rebosaba a caudales.
El sello hand made, el trato cercano con nuestros clientes, el cuidado de los detalles y la experiencia han sido nuestros principales baluartes para hacer frente al periodo de recesión económica. “Durante el período de la crisis nuestra facturación se mantuvo consolidada, lo que varió fue el cash flow. Congelamos los precios y tuvimos que hacer un esfuerzo tremendo por parte de todos, pero gracias a ello conseguimos no dar pérdidas”.
Una lucha constante y además llega verano
Asimismo reconocen que la bollería industrial supone otro de los grandes escollos con los que deben “competir” cada día, pues la elaboración a nivel industrial dista mucho de la producción a pequeña escala. Sin embargo, la mayoría de su clientela se ha mantenido fiel a esta pastelería, “conocen nuestra forma de trabajar y siempre hemos tratado de mimarlos puesto que ellos son nuestra prioridad”, apunta José Luis.
Al contrario de lo que ocurre en otros de los sectores de la hostelería, para las pastelerías el verano suele ser un periodo algo complicado, la operación biquini y las dietas parecen hacer mella también en sus ventas. “El principal obstáculo con el que nos encontramos, a nivel de tesorería, es que al conservar nuestra política de congelar los precios, en los meses de verano sufrimos puntas de tesorería. Antiguamente los márgenes eran mayores y nos permitíamos autofinanciarnos los meses de verano, ahora tuvimos que contar con el asesoramiento de IDF All Financing. Ellos nos ayudaron a conseguir la financiación de acuerdo a nuestras necesidades concretas y de manera rápida”, afirma el propietario de Productos Magán.
Aunque su principal obstáculo es la estacionalidad, tras la llegada del otoño y, sobre todo, en la campaña de Navidad su circulante se compensa y las líneas de financiación quedan disponibles para la siguiente vez que las puedan necesitar. Ahora afrontan nuevos retos empresariales, teniendo como sello distintivo hand made.